La acuarela es un medio delicado y luminoso. Sus colores se componen de pigmento y goma arábiga como aglutinante y se diluyen en agua, con la que tendremos que tener mucho cuidado por sus, a veces, movimientos incontrolados.
Se trabaja con capas semitransparentes.
Empezaremos con unos colores de gama media.que podemos encontrar en pastillas o tubos. Es cuestión de gustos.
Con las pastillas hay que humeceder la superficie y arrastrar el color con el pincel.
La pintura de los tubos es más densa y al no estar en contacto con el exterior no se mancha. También es más adecuada para trabajos más grandes.
Suele ser la tapa de la caja de las acuarelas o cualquier recipiente blanco no poroso.
Tienen que ser muy suaves y capaces de retener gran cantidad de pintura.
Tienen el mango corto para mayor precisión.
Los hay naturales (de marta, oreja de buey, meloncillo…) y sintéticos (más baratos).
Empezaremos con los números 2, 6 y 12 redondos. También está bien tener uno plano número 12 ó 14.
Al ser una técnica húmeda los papeles llevan un encolado especial que los hace resistentes al agua. Son papeles gruesos, usaremos entre 180 (más asequible) y 300 gramos, los más comunes, aunque los hay de más gramaje ya con aspecto de cartón.
Necesitaremos un tablero ligero y rígido donde pegaremos el papel con cinta adhesiva por los cuatro lados. De este modo, por una parte estiramos el papel y por otra, al terminar el trabajo y quitar la cinta adhesiva quedará un efecto marco.
Necesitaremos también trapos o papel absorbente para realizar correcciones o eliminar el exceso de agua de los pinceles y dos botes para el agua, uno para diluir los colores y otro para limpiar.
